Cuando las ganas se juntan

       Para mi escribir sobre Simón Diaz es fácil, no porque conozca toda su historia y sus logros, sino porque todos crecimos teniéndolo como un un pariente al cual llamábamos cariñosamente "Tío Simón". Venezuela lo quizo y lo admiró por encima del artista, para nosotros fue exactamente eso, nuestro "Tío Simón".
        Era el año 2001 y yo llevaba dos años de haber comenzado a girar con mi buen amigo Franco de Vita como músico de su banda, una noche estaba pautado un concierto en Caracas en el hotel Melia y todos asistimos a la prueba de sonido como siempre a las 4pm, el invitado de ese día era Tío Simón. Para ese momento yo tocaba cuatro en la banda, no porque fuera cuatrista, sino porque era el único que podia tocar ese instrumento en varias canciones del mismo Franco.
       Al darme cuenta que el invitado era Tío Simón empecé a sudar, precisamente porque yo no era un cuatrista y el no necesitaba un rockero precisamente para acompañarlo. Ya era predecible que iba a vivir un momento de pánico cuando llegara el momento de que me necesitaran. 
        Y así pasó, alrededor de las 5pm llegaron Franco y Tío Simón al escenario, los dos tal cual los conocemos; brillantes y amables, con sencillez a pesar de su investidura. De inmediato escuché aquella voz con acento entre venezolano y español diciéndome: "Manué! (si, así mismo pronuncia mi nombre) Manué! mira aquí está Simón, tráete el cuatro".
        Asi que me acerqué a los dos. "Hola Tío, ¿como está?" le dije nervioso por la situación, "Bien hijo ven acá, acompáñame ahi con ¨Mi querencia¨ para ver el tono de Franco", a lo cual le repliqué : "Tío lo que pasa es que yo no soy cuatrista, yo me aprendi las canciones de Franco que tienen cuatro solamente, pero lo puedo acompañar con la guitarra".
         Franco de inmediato me dice "Ay por favor Manuel, eso es facilito, no tiene complicación, deja la vaina" y le dije: "Chamo no, es que de verdad no soy cuatrista y no me puedo ofrecer a hacer algo que no se". Ahi fue cuando Tío Simón saltó y dijo: "Ya va espérate, mira! hágame el favor y me consigue un cuarto para reunirme con mi estimado aquí" .
        En ese momento pensé que el momento era ya inevitable, Tío Simón me iba a regañar a cada rato por no poder seguirlo, por mucho que quería era un instrumento que no dominaba.  Así que nos dispusieron un cuarto de conferencias para él, para mi y para el cuatro. En ese momento solo tomo el cuatro y me dijo "Mira hijo, la cosa es así" y comenzó a enseñarme los acordes de sus canciones.
         De pronto quedé totalmente en shock, sin darme cuenta estaba recibiendo una clase privada con una leyenda de la música, alguien a quien no solo admiraba sino que además quería y era apenas la primera vez que lo conocía en persona. Tío Simon fue paciente, amable y de un humor increíble, pasamos al menos una hora entre enseñarme sus temas, echando chistes y hablando de música.
         Luego nos fuimos de regreso al escenario y en la noche lo pude acompañar perfectamente, vaya profesor que me gasté, un recuerdo inolvidable. Pero lo que aún no me explico es por qué lo queremos tanto. ¿Por qué lo queremos por encima del artista?  Quizás fue que crecimos con el en nuestra casa día tras día. Verlo era costumbre, extrañarlo lo es igual ahora. Tío Simon, te recordamos todos los días. Algún día todos juntos, como esas cosas que pasan cuando las ganas se juntan.

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